lunes, 17 de enero de 2011

ROMANCE DEL ENAMORADO Y LA MUERTE


Un sueño soñaba anoche,

soñito del alma mía,

soñaba con mis amores

que en mis brazos los tenía.

Vi entrar señora tan blanca

muy más que la nieve fría.

-¿Por dónde has entrado, amor?

¿Cómo has entrado, mi vida?

Las puertas están cerradas,

ventanas y celosías.

- No soy el amor, amante:

la Muerte que Dios te envía

- ¡Ay Muerte tan rigurosa,

déjame vivir un día!

¡Un día no puede ser,

una hora tienes de vida!

Muy de prisa se calzaba,

más de prisa se vestía:

ya se va para la calle,

en donde su amor vivía.

- ¡Ábreme la puerta, blanca,

ábreme la puerta niña!

- ¿Cómo te podré yo abrir

si la ocasión no es venida?

Mi padre no fue al palacio

mi madre no está dormida.

- Si no me abres esta noche,

ya no me abrirás, querida:

la Muerte me está buscando,

junto a ti vida sería.

- Vete bajo la ventana

donde labraba y cosía,

te echaré cordón de seda

para que subas arriba,

y si el cordón no alcanzare

mis trenzas añadiría.

La fina seda se rompe;

la Muerte que allí venía:

- Vamos, el enamorado

que la hora ya está cumplida.


Anónimo (Siglo XV)