empapa corazones ardientes,
ansiosos de madrugadas extrañas,
lugares prohibidos y cuerpos
que en sudor se bañan.
Llueve,
corazones sombríos, solitarios
bañados en pecado,
seducidos por la lujuria y pasión
que su belleza reclama.
Llueve,
los vidrios se empañan;
una mano toca las entrañas,
penetras el milagro
y el día te aclama.
Amanece, todo acaba.
Sale el Sol a devorarse
los sueños que incendiaron
cierta madrugada.
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